El pasado sábado 1 de marzo era fiesta en las Baleares, ya que se celebraba el día de la Comunidad Autónoma, por lo que mi señora Enana y yo aprovechamos éste día festivo para dar un paseo por el casco antiguo de Palma. Es algo que tenía pendiente desde hace mucho tiempo, demasiado diría yo, ya que el casco antiguo de Palma es uno de mis lugares predilectos de toda Mallorca.
A pesar de los desmanes urbanísticos que a lo largo de los siglos han destruido parte del patrimonio histórico palmesano (y que aún siguen haciendo de las suyas), el casco antiguo de Palma conserva la magia que sólo la historia y la leyenda pueden dar. Sus calles y edificios están cargadas de anécdotas, historias y leyendas, perdurando en ellos los pasos de los nobles romanos, guerreros árabes, soldados venecianos, mercaderes catalanes, monjes guerreros, cartógrafos judíos, alquimistas y miles de personas de diferentes nacionalidades y oficios, que han dejado su huella en la ciudad a lo largo de los siglos y que nos hacen retroceder a un tiempo que ya nunca volverá.
El casco antiguo de Palma no ha sido ajeno al progreso, tan beneficioso y a la vez tan perjudicial con todo lo relativo con la historia y el pasado. Por eso nos podemos encontrar si paseamos por él, supongo que al igual que en otras ciudades, una mezcla ecléptica de estilos, por lo que no es raro encontrarse caminando por una calle más o menos moderna y terminar en un típico callejón de estilo medieval, o viceversa.
El casco antiguo de Palma no ha sido ajeno al progreso, tan beneficioso y a la vez tan perjudicial con todo lo relativo con la historia y el pasado. Por eso nos podemos encontrar si paseamos por él, supongo que al igual que en otras ciudades, una mezcla ecléptica de estilos, por lo que no es raro encontrarse caminando por una calle más o menos moderna y terminar en un típico callejón de estilo medieval, o viceversa.
No sé por donde empezar en mi relato de lo que hemos visto, hay mucho y eso que ha sido en plan general, mirando los edificios desde la calle sin entrar en ellos, en parte porque eran lugares de culto y en ese momento se oficiaba misa y por respeto no entramos a hacer fotos, en parte porque estaban cerrados. Si hubiésemos entrado el paseo se hubiese acortado mucho, ya que si se quiere ver Palma con detenimiento, fijándonos en todos los detalles que atesoran sus edificios, no basta un sólo día. A pesar de que he hecho varias fotos, no todas han salido como quería, ya sea por el sol, ya sea por la gente, etc., por lo que es posible que algunas fotos hayan sido tomadas en otra fecha, aunque en su mayoría las tomé el mismo día.
Hay mucho por contar y mucho por ver, pero mi desconocimiento de mi querida ciudad también ha hecho que pasase por alto muchos edificios y lugares de gran interés. Lo bonito de dar un paseo como el que hicimos, es que posteriormente, si intentas aprender algo más de lo que has visto, puedes descubrir nuevas cosas o redescubrir cosas que en un momento dado oíste o leíste, pero que el tiempo se ha encargado de borrar o desvirtuar. Éste a sido mi caso, he buscado información para ampliar lo poco que sé para hacer ésta crónica y me ha permitido aprender más cosas de Palma, aumentando mis ganas de saber más sobre la ciudad donde vivo.
Comenzamos el paseo por la calle San Miguel. Pasamos cerca del lugar en el cual se encontraron los restos de la antigua muralla de Palma durante la construcción de un edificio. Afortunadamente esos restos se conservaron y se pueden visitar, aunque por desgracia no todos los restos que se encuentran en mi querida ciudad corren la misma suerte. Cerca se encuentra una placa que nos recuerda un hecho lamentable contra nuestro patrimonio, pero repetido en Mallorca hasta la saciedad. En ese lugar se encontraba la antigua puerta de Santa Margalida, también conocida como Porta Pintada o de la Conquista, por la cual según la tradición, las huestes catalanas de Jaume I entraron en la antigua Madina Mayurqa el 31 de diciembre de 1229, trayendo consigo el principio del fin de la dominación musulmana en Mallorca. Dicha puerta medieval, fue declarada Monumento Nacional en 1908 y derruida semiclandestinamente en 1912 en nombre del progreso, ya que Palma tenía que expandirse más allá de las antiguas murallas, con el beneplácito de parte de la población y del consistorio municipal. Se ha comentado la posibilidad de que los restos de la muralla que he mencionado antes formasen parte del conjunto de la puerta de Santa Margalida, dada su proximidad, pero no es del todo seguro.
Más adelante nos encontramos con la iglesia de Santa Catalina de Siena, el único resto que queda de un convento dominico del siglo XVII el cual fue demolido en 1963 y que actualmente ha pasado a ser el templo de los ortodoxos rusos de Mallorca. Siempre me ha llamado la atención éste templo, dado que nunca he entrado en él.
Arriba la iglesia de Santa Catalina de Siena, abajo el convento de San Antonio de Viana
Seguimos nuestro camino para encontrarnos con el convento de San Antonio de Viana. Perteneció a la orden de los Antonianos Hospitalarios desde 1230, en que Jaume I les donó el terreno para construir el convento, hasta su supresión en 1788. Los Antonianos realizaban labores hospitalarias, siendo especialistas en el "Mal del fuego" o "fuego de San Antonio", una enfermedad común en la Edad Media producida por intoxicación alimentaria al comer centeno y que producía gangrena y una sensación abrasadora de la cual le vino el nombre. En su entrada hay una imagen de San Antonio acompañado de un cerdo. Imagen que en parte, y con todos los respetos, siempre me ha hecho una sana gracia, ¡¡un santo teniendo un cerdo como mascota!!, pero es parte de la tradición que le envuelve como patrón de los animales y en que en Mallorca es muy respetado y querido. Las fiestas de Sant Antoni son de las más populares en la isla y cada 17 de enero es normal que se realicen las populares "beneïdes de Sant Antoni" (bendiciones de San Antonio), en las cuales cada persona lleva a su animal más querido a que se lo bendigan. En la parte superior de la fachada del convento se puede observar una cruz Tau, símbolo de la orden.
Un poco más adelante se encuentra la iglesia de San Miguel, que da nombre a la calle. Se erigió sobre una antigua mezquita y en ella, según cuentan, se realizó la primera misa cristiana tras la toma de Madina Mayurqa por parte de Jaume I y mientras aún se seguía luchando contra las últimas defensas musulmanas que aún resistían. El edificio actual sustituyó a la antigua mezquita en el siglo XIV sufriendo posteriormente una amplia reforma en 1632. El nombre de la iglesia procede del dominico fray Miquel Fabra, confesor de Jaume I.Seguimos caminando y llegamos al final de la calle de San Miguel, en la Plaza Mayor. Antiguamente ésta plaza estaba ocupada por el edificio de la Santa Inquisición, la Casa Negra como era conocida, hasta que en el año 1823 fue derruida. El espacio que dejó la Casa Negra dio como resultado una plaza que con el tiempo, tras la instalación de varios puestos de venta de pescado y verduras, se convirtió en uno de los mercados más importantes de Palma. Posteriormente sufrió diversas ampliaciones y reformas que le han dado el aspecto que tiene hoy en día. Muy cerca de aquí, en el ángulo norte de la plaza, se encontraba la casa donde nació el beato Ramón Llull, personaje importante para nuestra cultura y al cual volveríamos a encontrarnos más adelante relacionado con otro monumento. Actualmente esta plaza está ocupada por varios puestos de venta y las terrazas de algunos bares, siendo un lugar de paso frecuentado por los palmesanos y los turistas.
La Plaza Mayor
Tras visitar la Plaza Mayor y tras habernos detenido en alguno de los puestos de venta, nos dirigimos hacia la Plaza de Cort. En el camino pudimos ver dos edificios modernistas construidos uno junto al otro, el edificio de El Águila y el de Can Forteza Rei. El primero fue construido en 1912 y el segundo en 1908 (por lo tanto acaba de cumplir 100 años). Can Forteza Rei se encuentra en obras, pero en este caso necesarias ya que son de restauración, con parte de su fachada tapada por las lonas. La cerámica que podemos observar en su fachada procede de la fábrica mallorquina de La Roqueta, muy famosa en su tiempo y a la cual haré referencia más adelante.
Tras pasar por delante de multitud de joyerias en la calle Colom, recordándonos que en ésta zona se encontraba el Call Menor (judería menor), llegamos a la Plaza de Cort donde nos encontramos con el ayuntamiento de Palma. El nombre de Cort proviene de que en ese lugar se concentraba la mayor parte de las cúrias o corts, escrivanías de las señorías juridiccionales (caballerías o baronías) y de las diversas magistraturas que luego fueron abolidas en 1811. En un principio fue hospital para luego ser sede de la Universidad, hasta que el Decreto de Nueva Planta en 1716 lo convirtió en Ayuntamiento. La fachada fue construida entre 1649 y 1680 y en ella hay varios elementos interesantes y con cierta tradición y leyenda. Para comenzar nos encontramos con un banco conocido como el banco de los vagos o Sinofós (si no fuese), su nombre tiene su origen en que todos los vagos se sentaban en él y cuando se les preguntaba porque no trabajaban contestaban "si no fós pel reuma", "si no fos per aquest constipat" (si no fuese por el reuma, si no fuese por éste constipado). Otro elemento son las representaciones de un caracol (caragol) y una salamanquesa (dragó) que según la tradición popular son las firmas de los canteros constructores del edificio y que se apellidaban así. Por último destacar el reloj conocido popularmente como en Figuera, en recuerdo de Pere J. Figuera, fundidor de la primera campana en el siglo XIV, que durante siglos estuvo instalada en una torre de la calle Victoria, hasta que fue derruida en el siglo XIX. El reloj data de 1863 y es común celebrar la entrada del Año Nuevo al son de sus campanadas. Enfrente del Ayuntamiento podemos observar la olivera de Cort, la cual recientemente han podado y han salvado de una enfermedad que a la larga podría haber resultado fatal para ella.
Desde la Plaza de Cort cogemos por la calle de sa Cadena, llamada así porque antiguamente, cuando los jueces de la Universidad, que como he dicho anteriormente se encontraba en Cort, tenían reunión del consejo, para evitar interferencias externas cortaban la calle con una cadena. Posteriormente la tradición perduró y las cadenas se conservaron, hasta que fueron retiradas en el siglo XVIII. Durante el siglo XIX la calle se seguía cortando, en esta ocasión con barras de hierro, para evitar los ruidos de los carruajes cuando había pleno en el Ayuntamiento. Tras cruzar la calle de sa Cadena llegamos a la Plaza de Santa Eulália.
(Continuará)